De lo financiero a lo comercial, cómo fue su recorrido hasta la cima, el desafío de la nueva generación, su vínculo con el país y el equilibrio entre la tradición y la innovación.
La historia de Santiago Galliano, CEO de Cervepar, combina desarraigo, aprendizajes y un profundo vínculo con Paraguay. Tuvo sus primeros contactos con el país hace casi 20 años y ocupa un espacio muy especial en su vida profesional y familiar.
Desembarcó al país como Director Financiero pero su visión de negocio lo llevó hasta su rol actual: liderar Cervepar, una de las compañías más importantes de Paraguay.
Su objetivo es seguir potenciando el negocio cervecero, entregando resultados y consolidando su figura de líder cercano, además de inspirar a los colaboradores a prepararse para enfrentar los desafíos más difíciles.
¿Cómo la vida y el trabajo te fueron encaminando hasta Paraguay?
Mi relación con Paraguay empieza con roles regionales en Cervecería Quilmes desde Argentina. Comencé con posiciones financieras en mis primeros pasos mientras aún terminaba la universidad.
En el 2016 me surgió la posibilidad de venir como Director Financiero a Paraguay. Un salto muy importante en mi carrera que me agregaba muchísimas cosas y me permitía salir de mi zona de confort. Así iniciaron tres años en ese rol aquí en Paraguay, etapa que siempre con mi familia recordamos con mucho afecto.
Mi familia, desde el minuto uno, se sintió muy a gusto en el país, sobre todo por la parte social paraguaya: es muy abierta al extranjero. Nos sentimos muy cómodos aquí. Luego tuvimos una hija que es paraguaya, lo cual nos unió todavía más.
Después de esos tres años en Paraguay, me tocó continuar mi carrera en Chile, donde estuve cinco años. Al principio en un rol financiero y más adelante en un rol más comercial, que fue el puente que me permitió hace dos años asumir el rol de Gerente General aquí en Cervepar.
Volver a Paraguay fue volver a un lugar donde nos sentíamos muy cómodos, donde familiarmente estábamos súper a gusto. Para nosotros Paraguay es como una segunda casa, realmente nos sentimos a gusto y la gente con la que comparto el día a día sabe cuánto pondero las bondades de Paraguay, tanto es así que a veces siento que ni los propios paraguayos toman una real dimensión de cuan afortunados son.

¿Cómo fue ese camino para llegar a CEO?
Fue un camino de aprendizajes constantes desde los primeros roles que mencioné. A partir de allí siempre sentí una curiosidad por el negocio y una especial pasión por la industria cervecera. Esos aprendizajes, sumado a desafíos difíciles, me fueron permitiendo consolidar una visión integral de negocio.
Durante ese camino, fue clave la curiosidad, la disciplina, el esfuerzo y muchas horas capacitándome, escuchando a líderes que tenían una visión más amplia. No quedarme solo con aquello que decía mi “Job Description” sino ir siempre por un pasito más.
¿Qué fue lo más difícil de salir de tu zona de confort?
Desde lo profesional, yo tenía una carrera en finanzas consolidada, pero quería desafiarme. El primer día que asumí un rol comercial sentí ese cosquilleo, pero también la seguridad de que mis experiencias previas me permitirían cubrir los huecos y avanzar en mi desarrollo.
Creo que ese salto de finanzas al mundo comercial fue una decisión clave. Estoy orgulloso de haberme atrevido a arriesgar.
Mi carrera estaba segura por ese lado, pero entendí que el riesgo era necesario. Hoy transmito eso a mi equipo: Hay que animarse a arriesgar. Si uno se forma, se prepara y da lo mejor, los resultados llegan.
Otro factor clave fue haber decidido salir de mi país. El desarraigo tiene un precio, pero me enriqueció muchísimo en lo humano y profesional. Conocer otras culturas, interactuar con otras nacionalidades me ayudó a humanizar más y me aportó una visión distinta.
¿Quién fue tu mentor o inspiración profesional? ¿Qué aprendiste de él?
Me considero muy afortunado. Durante estos 20 años de carrera tuve grandes líderes. Algunos me aportaron desde lo técnico y otros desde lo humano y el liderazgo. De cada uno traté de sacar lo mejor. En situaciones desafiantes pude aplicar lo que aprendí de ellos. Y lo que más me enorgullece es que hoy sigo en contacto con la gran mayoría.
No puedo nombrar a uno solo porque fueron varios, pero todos me exigían a pensar un pasito más allá. Esa exigencia elevaba la vara. Hoy trato de devolverle a mi equipo lo mismo que recibí: inspiración, guía y confianza.

¿Qué es lo más difícil de ser líder?
Lo que más me desafió fue dimensionar el impacto que tengo sobre los equipos. Cada palabra, cada silencio, cada gesto incide. Entendí cuánto influye mi opinión, por eso siempre escucho primero, y busco hacer las preguntas correctas. Cuido la puntualidad, el respeto a los tiempos y los objetivos de cada reunión.
Más allá de la capacidad técnica que se espera de un líder, entendí que la empatía y la claridad en la comunicación son fundamentales. Cuando uno es líder tiene mucho más que dar que por recibir.
Hoy en el mercado laboral conviven distintas generaciones. ¿Cómo manejás esa diversidad?
Es un desafío muy lindo. Los jóvenes traen energía que es genial y a mí me encanta como ellos discuten el “status quo”, vienen con esa impronta. Yo creo en la comunión de ambos, los expertos en las compañías son importantes; son los que conocen, los que han transitado, los que tienen la piel más dura. La energía que traen los jóvenes complementa. Es un ganar-ganar.
Eso sí, hay que trabajar mucho las expectativas de las nuevas generaciones. Nosotros creemos que tres años en un rol son ideales: aprender el primer año, ejecutar el segundo y convivir con los resultados el tercero. Para hacer eso, hay que trabajar las expectativas y los momentos. Los expertos son claves para transmitir paciencia y experiencia, mientras que los jóvenes aportan ideas frescas y provocaciones que muchas veces llevan a soluciones innovadoras.

Teniendo en cuenta la alta competencia en el mercado de consumo masivo, ¿cómo equilibran algo tan tradicional como tomar una cerveza con la innovación?
A los que nos gusta esta industria, ahí está la magia. En Cervepar tenemos un portafolio amplio que busca abarcar a todos los consumidores. Tenemos la responsabilidad de trabajar con marcas tradicionales como Pilsen, que conecta con la identidad nacional y con plataformas que vinculan muy bien con el paraguayo: el fútbol, los asados, los amigos.
Pero dentro de esa tradición también estamos atentos a las tendencias más modernas, a la innovación y eso nos permite apostar recientemente a cervezas como Michelob Ultra o Corona Cero, que responden a nuevas exigencias de nuestros consumidores.
Cada marca está pensada para una ocasión de consumo distinta: Corona al relax y conexión con la naturaleza, Bud 66 a la energía, Stella a lo distinguido, Brahma a la música y los jóvenes, Skol al día de sol y a esa aspiracionalidad de las playas brasileñas. La clave está en entender al consumidor y ofrecerle una marca para cada ocasión.
“Paraguay es como una segunda casa, realmente nos sentimos a gusto y la gente con la que comparto el día a día sabe cuánto pondero las bondades”.
¿Cómo calificás la evolución del consumidor paraguayo?
El consumidor paraguayo es curioso y ávido de probar cosas nuevas y es por eso que, desde Cervepar, proponemos un portafolio robusto que conecte con todos. Lo fundamental es estar en contacto con ellos y entender las nuevas mega tendencias, para continuar innovando y estar un paso adelante.

Hoy se habla de inteligencia artificial y transformación digital. ¿Cómo lo aplican ustedes en Cervepar?
Dentro de nuestra estrategia, uno de los pilares es lo que llamamos transformación digital, allí es donde entra la inteligencia artificial. Con mucho orgullo hemos venido evolucionando muchísimo en transformación digital, no sólo el área comercial, sino también en nuestra cadena logística e industrial. Esto nos ha permitido tener una cervecería y centros de distribución reconocidos recientemente con premios internacionales por la excelencia y calidad.
En lo comercial, lo más palpable en el día a día es nuestra relación con los clientes, con quienes hemos digitalizado dicha relación. Pasamos de un esquema en donde el vendedor era el punto contacto a una atención 24/7, 100% digital. El rol del vendedor se transformó en un ejecutivo de ventas que contribuye al crecimiento de cada negocio, ayudando en los desafíos que tienen para seguir creciendo. ¿Cómo estamos logrando esto? Hoy estamos muy enfocados en trabajar algoritmos a partir de la inteligencia artificial que nos permiten personalizar nuestra relación con cada punto de venta a partir de sus necesidades. Estamos convencidos de que nuestro crecimiento debe ir de la mano con el crecimiento del ecosistema.
Eso lo vemos reflejado en la satisfacción de los clientes, la cual la medimos diariamente y encontramos como nuestros resultados se superan año a año, entregando resultados benchmark a nivel global.
Volviendo a tu perfil de líder: ¿qué aprendiste en este camino y qué valores priorizás?
Busco ser un líder cercano, generar ambientes de confianza. Escuchar, entender preocupaciones y mi responsabilidad es darles herramientas. En esos ambientes de confianza es donde los colaboradores sacan lo mejor de sí. Los valores que más me representan son transparencia, simplicidad y cercanía.
Soy la misma persona dentro y fuera de la oficina. Y sobre todo, creo en liderar con propósito. Una compañía como Cervepar tiene un impacto enorme en el país, y me tomo muy en serio esa responsabilidad. Para mí, liderar no es solo alcanzar resultados, es construir futuro.

Siempre vemos el puesto de CEO como la cima. ¿Qué viene después?
Estoy concentrado hoy en mi búsqueda de seguir inspirando a los equipos y elevando la vara cada día. Veo realmente mucho talento en Paraguay y estoy convencido de que el país puede dar un gran salto en los próximos años. Desde mi rol voy generando ambientes de confianza para que las personas se animen a superarse y soñar en grande.
¿Qué consejo le darías a alguien que recién asumiría un rol de liderazgo?
Justamente: Soñar en grande. Construir ambientes de confianzas, trazarse objetivos claros pero desafiantes. Trabajar con esfuerzo y disciplina, sin tomar atajos sosteniendo la bandera de la ética y las buenas prácticas. Pero a no olvidar que también lo importante es el equilibrio. No somos robots. Hay que tener pasiones fuera del trabajo para poder luego dar lo mejor de uno mismo.